SINOPSIS: Belle Adair sueña con ser una dama y cuando su compañera
de habitación aparece muerta al lado de una Biblia con una rosa de Mayo entre
sus páginas y ella ve salir del lugar al que presume su amante, el aristócrata
Michael Drego, Belle ve su oportunidad de chantajearle, pidiéndole que la lleve
con él a su mansión familiar para poder así experimentar por sí misma lo que
siempre ha soñado. Michael acepta de mala gana y una vez allí, acompañados
además por la madre y la prometida de Michael, las cosas empezarán a cambiar
para todos ellos. Una señal de ello es la presencia en el lugar del inspector
Clinner de Scotland Yard, al cargo de la investigación sobre el asesinato de la
amiga de Belle, cuyas pesquisas le llevan tras los pasos de Michael...
COMENTARIO: La lista de films del noir en que el protagonista
tiene carácter masculino es claramente superior versus los que la acción
está dirigida por uno de índole femenino, el cual en la mayoria de los casos
obtiene, dentro de la trama, más connotación de un simple acompañante y/o
contrapunto romántico e incluso de "enigma" totalmente vinculado al
personaje del hombre. No obstante, más tarde o más temprano y con la consecución
de títulos dentro de un género (el cine negro clásico), que se desarrolló entre
la década que fue de los 30 a los 50 del pasado siglo, con especial apogeo
iniciada la década de los 40, habían de emerger nuevas perspectivas, en lo
referente a las mujeres como motores principales de la acción, a pesar de que
en el momento de su estreno no fuesen reconocidos como ejercicios noir propiamente
dichos; una etiqueta esta que, el paso de los años ha servido para colocarlos
(afortunadamente) en su lugar ya que, si nos atenemos a la definición que del
género se hace en manuales y fuentes especializadas, estas no priorizan sexos y
apuntan que las películas pertenecientes a él, al noir, están
caracterizadas por su vehiculización en torno a hechos delictivos y criminales
con un fuerte contenido expresivo y una característica estilización visual.
Además, su construcción formal está cerca del expresionismo. Y en la mayoría de
ocasiones se utiliza un lenguaje elíptico y/o metafórico para describir una
escena que viene caracterizada por una iluminación tenebrosa en
claroscuro. Así pues, por ejemplo podemos hallarnos ante escenas nocturnas con
humedad en el ambiente entre otros factores amén de jugar con el uso de sombras
para exaltar la psicología de los personajes, los cuales, ya sean hombre o
mujer, están dibujados con una personalidad y unas motivaciones difíciles de
establecer, por lo que la frontera instaurada entre el Bien y el Mal acostumbra
—per se— a estar difuminada.
Si
nos hemos detenido a grandes rasgos en las particularidades estilísticas del
género ha sido para acercarnos a una obra prácticamente desconocida por estos
lares, como es Moss Rose (1947). Una película que sin apuntar de
primeras tal referida idiosincrasia genérica, nos lleva al Londres victoriano para
narrarnos una historia gótica decimonónica. Personalmente considero esa ciudad
el escenario ideal para desarrollar este tipo de historias —apéndice bastardo
del romanticismo que se adentra en la psicología humana explorando los
elementos que producen desasosiego y expresan el lado oscuro menos conocido de
la psique humana— ya que durante el siglo XIX, tanto histórico como
literariamente, la capital británica estuvo relacionada con el misterio y el
crimen confiriéndole a la sazón un concepto de ciudad de ultratumba si se
quiere. No obstante, Moss Rose adquiere esos rasgos
geográficos/conceptuales pero los pasa (hermana) por el tamiz del noir
americano. No debemos olvidar que la Fox estaba tras el film y a esa productora
y en la época de la realización de Moss Rose se deben capitales trabajos
adscritos genéricamente al noir como Laura (1944), ¿Ángel o
diablo? (1945), Que el cielo la juzgue (1945), Envuelto en la
sombra (1946), El beso de la muerte (1947), Vorágine
(1949) o Al borde del peligro (1950), films todos ellos de hombres
fuertes como Henry Hathaway u Otto Preminger, y que marcan las pautas
estilísticas a seguir.
A
todo ello, en 1940 la británica Luz de gas y su remake
norteamericano de 1944 Luz que agoniza, inician una corriente de thriller
psicológico con fémina al frente, que no puede entenderse como un noir propiamente
dicho, pero que sirve para asentar las directrices de algo que podemos
atrevernos a denominar la vertiente de góticos femeninos, sean o no
ejercicios de suspense. Y con esa referencia, el visceral Niven Busch, junto al
hawkasiano Jules Furthman y cuatro plumas más —algunas fuentes apuntan a
James M. Cain, sin acreditar—, adaptan para el celuloide la novela The
Crime of Laura Saurelle de Joseph Shearing (1). Con la
ayuda del director de origen ruso Gregory Ratoff —autor de la,
nostálgicamente, emocionante y simpática Justicia corsa (1941)— el
guionista de Duelo al sol (1946), Pursued (1947) o Las
furias (1950) construye un libreto en que el enfoque de la película está
realizado a partir del punto de vista de una mujer, Belle Adair / Rose Lynton
(Peggy Cummins) y no un hombre. Tal aspecto, crucial para el desarrollo del
film y que bebe de las referidas adaptaciones de la obra de teatro de Patrick
Hamilton, conduce a sucintos cambios en las tradicionales descripciones de
ambientes o caracteres que se estaban llevando a cabo en el género, por lo
normal, masculinizado. De inicio a fin, la protagonista nos narrará toda su
historia, de manera que esa voz en off, ese punto de vista y ese sentimiento
-femenino- imprimen tanto el control como el sino de la heroína —o no— y por
ende de la historia acerca de lo que se nos está mostrando.
Ahora bien, el poder narrativo y el particular caracter (véase aquí sus
ambiciones y sueños) de la narradora no los utilizan Busch y Furthman para
colocar a las de su género en una posición privilegiada y por tanto alejada de
cualquier crítica. Su elección es para imprimir un punto de vista, porqué en el
corrillo de personajes que ofrece Moss Rose, otras mujeres se pasean
con entidad por sus imágenes. Es más, me atrevería a decir que es una película
de mujeres en la que los hombres se convierten en únicamente en resortes o
detonantes ya sean estos, el evasivo y misterioso Michael Drego (impasible e
inapropiado Victor Mature en lugar del inicialmente pretendido Cornel Wilde) o
el inspector Clinner (holmesiano Vincent Price sustituyendo al de
primeras previsto Charles Laughton). Así pues, tanto Daisy Arrow (Margo Woode)
que germina el plot, como la despechada Audrey Ashton (Patricia Medina)
o (¿por qué no?) la propia protagonista, se afilian a un club de víboras a cual
más mortífera y/o egoístas que consiguen oscurecer cualquier atisbo de
romanticismo o luz que pudiese darse en el film (incluso su resolución final,
en forzado happy end está desarrollado de noche y sobre un tren, con
toda la carga metafórica de inestabilidad emocional y temporal que ello
representa). Pero la reina de la camarilla tiene nombre propio y este no
es otro que el Lady Margaret Drego (genial Ethel Barrymore), la cual, con su
presencia y ambigüedad avivan el veneno (directa o indirectamente) de todas las
mujeres que existen en su entorno. Cabe decir que debido a su caracter (que el
espectador irá descubriendo paulatinamente), su marido se llevó a su hijo
Michael a Canadá, apartándole con ello de las faldas maternas. Un hecho que
Lady Margaret no puede olvidar (todos los días visita y mantiene como el primer
día, la que fuera la habitación de su hijo, lugar al que sólo ella puede
entrar) y tampoco perdonar. Factor este último crucial para Moss Rose ya
que le impide a su vástago madurar y distanciarse de la influencia materna, una
vez este ha vuelto a su hogar, hasta el punto que ella es capaz de hacer
cualquier cosa (cualquiera...), para que su hijo no se aleje (de nuevo) de
ella.
Sin
embargo y, a pesar de algunas soluciones visuales interesantes que atañen sobre
todo a la primera parte (desarrollada en Londres antes de partir hacia la
fascinante mansión familiar) y que me sugieren un apoyo tanto en el noir como
en un par de trabajos de John Brahm Jack, el destripador (1944) y Concierto
macabro (1945), Moss Rose se me antoja una película coja por el
pobre manejo que hace Gregory Ratoff de una serie de convenciones y clichés que
a pesar de que él y sus colaboradores, pretender inserirlos en un universo
genérico perfectamente establecido como el noir, para así ofrecer un
producto de una mixtura diferente, acaban cayendo en algunos errores de bulto
que atañen tanto a la inconexión argumental (instantes de Belle devienen
sencillamente ridículos) como especialmente al del dibujo de personajes, los
cuales a pesar de estar correctamente interpretados, no consiguen transmitir en
el conjunto, todo lo que llevan dentro. Retazos, flashes y algun que otro
acierto en la puesta en escena (genial esa imagen de Victor Mature ante la
ventana, duplicando y fragmentando su reflejo, mostrándonos de ese modo que en
Michael anidan dos personajes), son pocos logros para una producción que
dispone de suficientes activos en su haber (como ejemplo tan solo un par de
nombres como los de Joseph MacDonald como operador y David Buttolph en la banda
sonora) como para que el resultado se tornase satisfactorio.
Misterio. Romanticismo gótico. Arribismo. Crímenes...son los ingredientes que
baraja Moss Rose para arribar a un destino donde alguien espera a
la protagonista para ayudarle a recoger las maletas e iniciar una nueva vida.
Llegados a ese (simple) punto, aunque no se nos dice, sabemos el nombre de
quien espera al final del camino, el problema, desgraciadamente, es que merced
a algunos momentos que se han dado durante ese tránsito, el fin de trayecto ha
estado a punto de dejar de interesarnos.
Lluís Nasarre
(1) Un
nombre masculino tras el que se esconde la escritora Marjorie Bowen, la cual
recurrió a este nombre y alguno más para culminar su labor literaria como
perfectamente analiza profusamente y en detalle Christian Aguilera en el
libreto que acompaña la presente edición en DVD de Moss Rose.
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